No hace falta mucha palabra ni desprender el arsenal de conquista que normalmente se despliega en un bar o una cita. «Quedamos en mi casa», advierte ella. «Y allí me abre la puerta en picardías», revela aún sorprendido él. Después, cada uno a su casa, sin necesidad de volverse a ver en la vida. «La primera vez fui asustado. No sabes lo que te vas a encontrar. Me parece peligroso para ellas. De hecho, a mi primera cita, que me invitó a su casa, le dije: "¿Y si soy un violador?"». Su respuesta fue: «Hombre, ya habíamos chateado y te conocía».
Estas aplicaciones, que algunas comenzaron como página web, cogen los perfiles de otras redes sociales del que se inscribe para luego chivar a la persona que se interese por el mismo cuáles son sus gustos según su actividad registrada.
«Sexo fácil»
José (nombre ficticio) lleva dos semanas inscrito en una de estas «App». Ya se ha acostado con dos mujeres en Madrid. Pero si quisiera, admite, podría tener los líos que fueran al cabo del día. «Al final se vuelve un jaleo. Todo el mundo empieza a escribir a saco. Si normalmente el hombre es el que va a degüello, aquí parece que son las mujeres. El ligoteo y el sexo es fácil», advierte.
En este tipo de plataformas te inscribes y eliges el radio kilométrico hasta donde estás dispuesto a desplazarte para encontrar a esa persona. Eliges la franja de edad. Una vez dentro, te van apareciendo fotografías de mujeres u hombres o ambos, en función de lo que se haya seleccionado. Después, seleccionas quién te gusta y a quién descartas. Si se coincide, la aplicación te pone en contacto. Y a partir de ahí, el «chateo»,... y lo que surja.
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