Según Lipovetsky, en el libro escrito el año 1990 titulado “La era del vacío”, una de las características que definen estos tiempos es el individualismo contemporáneo, el narcisismo, el hombre volcado en sí mismo, la personalización como nuevo modo de socialización, la individualización de la apariencia. Sostiene Humprhreys, en el artículo escrito el año 2005 titulado “Celulares en público: las interacciones sociales en una época Wireless”, “…Hay un deseo de privacidad, de hablar a través del teléfono móvil en los dormitorios, lejos de los demás, apelar a la comunicación no verbal, gestos y movimientos corporales, para hacer presente el deseo de intimidad”. En palabras de Vicente Verdú, en el libro escrito el año 2005 titulado “Yo y tú, objetos de lujo”, el personismo es el producto estrella de la etapa actual del capitalismo o “capitalismo de ficción”. Éste se caracteriza por su interés en ofrecer no solo nuevos bienes, sino oportunidades de experiencia que animen la vida sin comprometerla. Así, con el personismo se abre una relación con una multiplicidad de personas sin compromisos profundos. “Es, significativamente, el universo de los chats, del móvil, los SMS, los blogs, donde se conecta con mil personas de manera fragmentada, superficialmente, por periodos relativamente breves. El personismo sigue al hartazgo del consumismo y el hiperindividualismo”. “Persona a persona, individuo a individuo, se trenza planetariamente la ilusión de un mundo mejor, donde las personas, una a una, experimentan, a través de sus contactos, el gozo creciente de una cultura común, cualquiera que sea, puesto que cualquier proyecto no es una esencia o una identidad acabada, sino una construcción interactiva”.
De esta manera, según Flichy, en el artículo escrito el año 2006 titulado “El individualismo conectado, entre la técnica digital y la sociedad”, se llega así, en las sociedades contemporáneas a un “individualismo conectado”. Una mutación profunda de la vida privada, donde el individuo está en el centro de la sociedad, es parte integrante de numerosas redes de relaciones que él mismo teje en ambientes múltiples. Allí donde, en las sociedades tradicionales, “los vínculos sociales eran en cierto modo impuestos al individuo, en la sociedad contemporánea es la propia persona quien elige esos vínculos”. La comunicación móvil desempeña un papel central en esta transición, ya que facilita las obsesiones de una sociedad que persigue la inmediatez, la instantaneidad, que busca estar en constante contacto con los demás, donde el movimiento y la conectividad operan como factores que definen a la cultura actual. En palabras de García Montes y sus colegas, en el artículo escrito el año 2006 titulado “Cambios en los resultados propios del uso de teléfonos móviles”, la sociedad se presenta “abierta”, sin fronteras, preocupada por los espacios, con intensas dependencias entre personas, en una red de relaciones que son más complejas, siendo expresadas y moduladas a través del teléfono móvil. Katz sostiene, en el artículo escrito el año 2003 titulado “¿Una nación de los fantasmas? Coreografía de la comunicación móvil en los espacios públicos”, el espíritu del teléfono móvil es el proyecto de la “globalización neoliberal, y no es un fantasma que se desea eliminar, está profundamente incrustado en las rutinas, en las prácticas y en las relaciones sociales”.
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