Uber puede ser uno de los negocios más formidables de nuestros tiempos, pero también es una piñata ideológica, que ante cualquier agravio todos aman golpear.
Entre aquellos con los palos se encuentran los taxistas que han visto socavado su ingreso; los conductores de Uber que se quejan de ser explotados, y los políticos que se quejan de que la compañía ha reducido sus responsabilidades sociales y externalizado sus obligaciones. Los jueces también se han unido a la lucha en varias jurisdicciones. El mes pasado, un tribunal británico descartó las afirmaciones de la empresa (que insiste que no emplea a sus conductores) como algo ridículo.
James O'Brien, presentador de radio de Londres, captura el sentimiento negativo afirmando que Uber es "como el monstruo de Frankenstein de todo lo que ha salido mal en el capitalismo moderno".
Debe ser un tipo de logro perverso para una empresa despertar tanta ira cuando ofrece un servicio tan popular en todo el mundo todos los días. Aunque por otro lado, Travis Kalanick, el combativo fundador de Uber, siempre ha disfrutado de un buen embrollo. "Me gusta molestar a la gente", dijo una vez a Fortune.
A pesar de (o quizás en parte debido a) las controversias que produce, Uber se ha desarrollado a una velocidad asombrosa desde su creación en 2009. En junio pasado, los conductores de Uber completaron un total de 2 mil millones de viajes en 450 ciudades alrededor del mundo. Habiendo recaudado cerca de 10 mil millones de dólares para financiar su expansión, la valoración implícita de Uber se aproxima a los 70 mil millones de dólares, lo cual la convierte en la empresa privada más valiosa.
Uber ofrece muchas lecciones, tanto buenas como malas, sobre cómo funciona la economía colaborativa en la práctica.
En su defensa, la empresa argumenta que está proporcionando exactamente lo que el mercado quiere satisfaciendo una profunda necesidad del consumidor. Su aplicación es el medio para conectar conductores dispuestos con pasajeros dispuestos, ofreciendo un servicio más eficiente a menor costo.
El éxito de la expansión de Uber en todo el mundo seguirá siendo materia de los estudios de caso de las escuelas de negocios durante años, a pesar de que el servicio enfrentó obstáculos en China. Piensa por un momento en lo diabólicamente complicado que es crear mercados bilaterales armoniosos desde cero en ciudades que no conoces y en entornos empresariales que a menudo son hostiles.
Si se registran demasiados conductores demasiado pronto se desilusionarán debido a la falta de demanda. Si se atraen demasiados pasajeros para utilizar el servicio antes de tener suficientes conductores en las calles, el tiempo de espera los desalentará a utilizar de nuevo el servicio.
Sin duda, Uber ha sido despiadado al competir con rivales como Lyft, ha esquivado la ley y ha explotado el arbitraje regulatorio. Su filosofía empresarial siempre ha sido buscar el perdón antes que el permiso, pero ha defendido las demandas de los consumidores y erosionado el poder de los intereses particulares de maneras que pocos políticos se han atrevido a intentar.
Uber ofrece otros beneficios sociales. Ha atraído a trabajadores a la fuerza laboral que anteriormente habían sido socialmente marginados, proporcionando, por ejemplo, una ruta de salida de los "banlieues", o barrios populares, en Francia. Proporciona a su gran número de conductores a tiempo parcial la flexibilidad que anhelan en la “economía gig”. Sostiene que sus servicios de “carpooling”, o coche compartido, reducen el número total de viajes realizados, reduciendo entonces la congestión y la contaminación.
Lo desconcertante es que Uber apenas ha comenzado. Ahora es pionero de los recorridos en coche sin conductor en Pittsburgh e incluso está invirtiendo en coches voladores. Siempre ha destacado que se trata de una plataforma tecnológica más que de una empresa de transporte, una red logística en tiempo real que puede aplicar su experiencia a muchas nuevas oportunidades de mercado.
La empresa se está moviendo tan rápidamente que es probable que supere a los políticos y reguladores que la persiguen. Su mayor amenaza puede aún venir del mercado que sus fundadores tanto reverencian. Mientras que los humanos sigan siendo útiles para su modelo de negocio, Uber podría ser vulnerable a una reacción competitiva.
Por el momento, la estructura y flexibilidad de bajo costo de Uber se deben a la relación independiente entre la empresa y sus conductores, pero esa fuerza algún día podría ser un defecto. Hay poco que pueda detener a los conductores de acercarse a los rivales que les ofrezcan un mejor trato. Una de estas empresas, Juno, con sede en Nueva York, está construyendo su modelo de negocio en torno a ser anti Uber, prometiendo a sus conductores un mayor ingreso y cuasi capital. Actualmente, es una mancha en el espejo retrovisor de Uber, pero podría presagiar la intensificación de la competencia real.
Si Uber está abusando de su dominio en el mercado, como sostienen sus críticos, los rivales pueden tomar ventaja. La insolente mentalidad que le ha servido tanto a Uber en su papel de insurgente podría fallarle como titular.
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miércoles, 16 de noviembre de 2016
Vicios y virtudes de la insolente empresa de Uber
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