Este grupo es menos rebelde, infeliz, más tolerante, crece más lento, tiene menos sexo y es menos religioso. Esto quiere decir que no están preparados para la adultez, concluyó Twenge que realizó encuestas a 11 millones de jóvenes y entrevistas en profundidad para su libro iGen, donde construye el perfil de la Generación I.
El adolescente promedio pasa 6 horas al día conectado a internet, enviando mensajes y jugando. Para Twenge, existen riesgos para la salud mental y el desarrollo de sus habilidades sociales dado que pasan menos tiempo con otros en persona y -algo que está comprobado por varios estudios- es que no están desarrollando las habilidades de lectura y la escritura que necesitan. También vio niveles sin precedentes de ansiedad, depresión y soledad que pueden llevar al suicidio.
Con respecto a que son menos rebeldes, aclaró que lo que ocurre es que al tener una infancia más protegida, van creciendo más lento. Y no les gusta hacer cosas que no sientan muy seguras. Lo que hacen es posponer los placeres y las responsabilidades. Esto no es algo ni bueno ni malo.
OTROS EFECTOS Según explicó, ellos también son menos propensos a conducir automóviles, trabajar, salir, y tomar alcohol o usar drogas. Esas tendencias les han permitido crear un entorno seguro que los hace no involucrarse en situaciones en las que habitualmente participan los adultos. El lado negativo de eso, es que ingresan a la universidad y al mundo laboral con menos experiencia, son menos independientes y les cuesta tomar decisiones. Sobre su crecimiento, los de 18 actúan y se parecen a los que antes tenían 15 en generaciones previas. La “Generación Smartphone” es tolerante con las personas que son diferentes y especialmente defienden los derechos de la población, homosexual, bisexual o transexual. Más que las generaciones previas, ellos creen que las personas deben ser lo que son.
Dijo también que le impresionó que los adolescentes estuvieran muy conscientes de los efectos negativos de los celulares.
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